Enrique Patterson y la soledad histórica III
Esta habría sido entonces la
proyección por la que las sociedades negras son clausuradas, con la nueva
institucionalidad[1];
algo que en todo caso, el gobierno revolucionario no lo ejecuta en solitario,
sino no en connivencia tácita con el elitismo del movimiento negro en general;
tanto en Harlem como en el de la Negritude en general, a través de las
presiones políticas del liberalismo. Eso quiere decir que en el entramado de la
cultural del país, sólo los negros destacaban como problema potencial;
engarzando la cultura política revolucionaria con la misma tradición
autoritaria republicana que desembocara en lo de 1912.
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Hay que destacar que, aunque democrático
como principio, el la tradición republicana fue siempre débil en Cuba;
coqueteando con el autoritarismo desde el proceso independentista, con las
contradicciones de Maceo, Gómez y Martí. En ese sentido, como la democracia
primitiva griega, la cubana no era abierta a todos sus participantes activos; a
los condicionamientos tradicionales, añadía la marginación racial, legitimada
en la distribución desigual de los recursos en que nació la república.
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Esta es la contradicción que
estalla en 1912, ante la negativa republicana a negociar un acuerdo político efectivo[3];
escondida en la falsa integración del ideal de mestizaje criollo, como parte de
la inmadurez política del país. Por eso, los sucesos de 1912 se mantienen
acallados, incluso en la tensa negociación entre Céspedes y Garvey en 1920;
aflorando sólo en la escolástica revolucionaria, en función de legitimar su
propio mito fundacional; curiosamente, con una supresión incruenta pero tan radical,
efectiva y metódica como la de 1912.
Debe destacarse que eso “que los negros pudieron haber logrado por sí mismos” no es un potencial inexplorado; sino que se trata de proyectos concretos, como el industrialismo de Tuskegee, atractivo para figuras como Juan Gualberto Gómez[4]; pero curiosamente ya rechazados antes, no por los blancos sino por las mismas pretensiones elitistas de los negros, con aquel intercambio entre Céspedes y Garvey. Un fenómeno extremadamente complejo, porque se refiere a una proyección incluso ideológica sobre el individualismo moderno; algo que permite entrever y comprender las tremendas posibilidades —todavía vigentes— de lo negro en Cuba, inclusive como reservorio del humanismo en Occidente.
[1] . Esto también requiere de algún
contraste referencial, pues entre los argumentos esgrimidos para la
intervención está la inactividad de al menos una de estas sociedades (Atenas),
en estado de relativo abandono y sin abono de membresía.// Cf: EL CLUB ATENAS:
CONTEXTO Y PROPÓSITOS. Carmen Montejo Arrechea. Centro de Investigaciones de la
Cultura Cubana "Juan Marinello". Ministerio de Cultura. Cuba.
[2] . Último
presidente del club Atenea, se refiere a su artículo Fidel Castro y el negro
cubano, publicado en el periódico La Crisis, de la NAACP, en 1961.
[3] . En esto recuerda incluso la base
de la protesta de Baraguá, en que Antonio Maceo condicionaba la paz a la
emancipación de los negros.
[4] . En efecto, Juan Gualberto Gómez
no sólo sostuvo una correspondencia registrada con Booker T. Washington, sino
que incluso le da la tutela de su propio hijo, al tiempo que ayuda a reclutar
estudiantes para Tuskegee.
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