Monday, December 19, 2022

Enrique Patterson y la soledad histórica III

En este libro, Patterson recuerda que sólo las sociedades negras fueron prohibidas por la nueva política institucional; mientras que las otras sobrevivieron, languideciendo sólo por la misma precariedad del entorno. La sutileza en que pone el énfasis el autor, está en los objetivos propios que distinguían a estas sociedades negras de las otras; y que consistiendo en reivindicaciones políticas puntuales, exigían un entorno democrático para su desarrollo.

Esta habría sido entonces la proyección por la que las sociedades negras son clausuradas, con la nueva institucionalidad[1]; algo que en todo caso, el gobierno revolucionario no lo ejecuta en solitario, sino no en connivencia tácita con el elitismo del movimiento negro en general; tanto en Harlem como en el de la Negritude en general, a través de las presiones políticas del liberalismo. Eso quiere decir que en el entramado de la cultural del país, sólo los negros destacaban como problema potencial; engarzando la cultura política revolucionaria con la misma tradición autoritaria republicana que desembocara en lo de 1912.

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Eso es importante, porque explica la decepción de Juan René Betancourt luego de su fe en el espíritu revolucionario[2]; con el que —a la vez— reconcilia a la institución con el distanciamiento anterior de Miguel Ángel Céspedes, respecto a la propuesta garveyista. Eso es pertinente, porque es la proyección intelectualista rechaza el procapitalismo sindicalista de Garvey; igual que la NAACP surge en contradicción con el industrialismo de Tuskegee y Booker T. Washington, en el antagonismo de Du Bois.

Hay que destacar que, aunque democrático como principio, el la tradición republicana fue siempre débil en Cuba; coqueteando con el autoritarismo desde el proceso independentista, con las contradicciones de Maceo, Gómez y Martí. En ese sentido, como la democracia primitiva griega, la cubana no era abierta a todos sus participantes activos; a los condicionamientos tradicionales, añadía la marginación racial, legitimada en la distribución desigual de los recursos en que nació la república.

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A su vez, esto se entiende en su descripción de la misma falacia sobre la construcción del mestizaje cubano; que no es una síntesis en la que se funden las razas negra y blanca, como el ideal republicano de Nicolás Guillén. Contrario a eso, en una fórmula de Arango y Parreño, es un blanqueamiento artificial del negro, con la política migratoria; de donde que sea entonces una estrategia política, a partir de la manipulación demográfica.

Esta es la contradicción que estalla en 1912, ante la negativa republicana a negociar un acuerdo político efectivo[3]; escondida en la falsa integración del ideal de mestizaje criollo, como parte de la inmadurez política del país. Por eso, los sucesos de 1912 se mantienen acallados, incluso en la tensa negociación entre Céspedes y Garvey en 1920; aflorando sólo en la escolástica revolucionaria, en función de legitimar su propio mito fundacional; curiosamente, con una supresión incruenta pero tan radical, efectiva y metódica como la de 1912.

Debe destacarse que eso “que los negros pudieron haber logrado por sí mismos” no es un potencial inexplorado; sino que  se trata de proyectos concretos, como el industrialismo de Tuskegee, atractivo para figuras como Juan Gualberto Gómez[4]; pero curiosamente ya rechazados antes, no por los blancos sino por las mismas pretensiones elitistas de los negros, con aquel intercambio entre Céspedes y Garvey. Un fenómeno extremadamente complejo, porque se refiere a una proyección incluso ideológica sobre el individualismo moderno; algo que permite entrever y comprender las tremendas posibilidades —todavía vigentes— de lo negro en Cuba, inclusive como reservorio del humanismo en Occidente.



[1] . Esto también requiere de algún contraste referencial, pues entre los argumentos esgrimidos para la intervención está la inactividad de al menos una de estas sociedades (Atenas), en estado de relativo abandono y sin abono de membresía.// Cf: EL CLUB ATENAS: CONTEXTO Y PROPÓSITOS. Carmen Montejo Arrechea. Centro de Investigaciones de la Cultura Cubana "Juan Marinello". Ministerio de Cultura. Cuba.

[2] . Último presidente del club Atenea, se refiere a su artículo Fidel Castro y el negro cubano, publicado en el periódico La Crisis, de la NAACP, en 1961.

[3] . En esto recuerda incluso la base de la protesta de Baraguá, en que Antonio Maceo condicionaba la paz a la emancipación de los negros.

[4] . En efecto, Juan Gualberto Gómez no sólo sostuvo una correspondencia registrada con Booker T. Washington, sino que incluso le da la tutela de su propio hijo, al tiempo que ayuda a reclutar estudiantes para Tuskegee.


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