Enrique Patterson y la soledad histórica IV (Final)
En una alegoría más o menos
desagradable, esto puede explicar la situación no tan agradable del negro
cubano; aunque estancado —porque todo proceso es peculiar y tiene su tempo—
en la adolescencia, desde la que reclama por la torpeza de sus poco amorosos
padres. Hay que partir de un hecho
concreto, y es que La soledad histórica tiene alcances filosóficos pero
no es filosofía; le falta la propuesta ontológica, como le faltó a Sócrates,
que es sólo la base de Platón.
Ver en Amazon |
Sin Sócrates Platón habría carecido
de referencias, y sin matemática Newton no habría podido hacer sus cálculos; de
modo que el problema aquí sería dejar de querer hacer filosofía, y asumirla
efectivamente, como objeto final y definitivo. En este sentido, El lugar del
otro funciona como una ontología negativa, describiendo las determinaciones
políticas del Ser nacional; sólo que está demasiado condicionada por su
inmanentismo excesivo, partiendo de esa condición del Ser nacional y su
naturaleza política.
Ver en Amazon |
Esto, como dificultad, es
comprensible, el autor no solo es solo un profesor de filosofía en vez de un
filósofo; sino que además lo fue en el contexto hiper dogmático del marxismo
cubano, que es lo que la catequesis a la teología. Esto conlleva a reducciones
excesivas, como atribuir la práctica religiosa a una necesidad de acompañamiento;
que ya pasa de lo psicológico a lo literario, sin una explicación a tan extraño
vínculo, en el trabajo que da título al libro.
Ver en Amazon |
A la afirmación le surge entonces
la pregunta —igual de apodíctica— de por qué necesitan compañía los hombres;
sobre todo, qué relación tiene eso con el proceso de que “sus relaciones son
más complejas”. La idea misma de La soledad es una intuición interesante
como principio ontológico, pero demasiado literaria; precisaría un tratamiento
más objetivo y lógico, incluso si debe recurrir a toda la complejidad
sintáctica que admita el español.
Para esto, el autor podría desentenderse de las reducciones típicas, en que la dialéctica deviene mera contradicción; debidas a la incomprensión primera del maniqueísmo de las tradiciones dualistas, en el rigorismo moral judaico. La postmodernidad, como superación definitiva de la apoteosis moderna, ofrece esta oportunidad de desarrollo; y nadie mejor equipado para ello que el negro cubano, con su acceso directo a una cosmología (hermenéutica) activa, en la práctica popular.
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment