Enrique Patterson y la soledad histórica II
Esto probablemente se deba a la
propia filiación del autor, miembro por derecho de la intelligentsia
nacional; pero eso le haría participar justo de los mismos problemas que
critica, en el uróboros de la cultura moderna. El mismo caso se vería en
los Estados Unidos, con W.E.B. Du Bois, el ícono indiscutible de la ilustración
negra; que terminaría confrontando todo desarrollo original de la negritud, subordinándolo
a esa tradición liberal de Occidente.
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De hecho, eso es lo que habría
ocurrido a lo largo el racionalismo moderno, por su reducción inmanentista; compensada
por esa capacidad trascendentalista del arte, que provee así una reflexión
suficiente en su función existencial. Habría sido así que esa divergencia —entre
el arte y la filosofía— incida en esta marginalidad del pensamiento negro; pero
con la misma recurrencia sistemática de los místicos ante el dogmatismo
escolástico, y del irracionalismo (alemán) contra el racionalismo (francés);
mediados estos, curiosamente, por la derivación inglesa del simbolismo, cuya
mejor virtud sería el non-sense.
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La soledad histórica puede devenir así en ese impase
histórico, en que el negro cubano se vuelca sobre sí mismo; un momento dramático,
como el del Nuevo Negro que diera inicio al Renacimiento de Harlem, esta vez
desde Miami; y desde el que retomar la tradición truncada en 1959, cuando el patético
gesto de Walterio Carbonell a la revolución. Ese es el contraste entre estos
dos esfuerzos, como la voluntad genuina del primero, tratando de establecer el
mito fundacional; y la dignidad del segundo, recogiendo sus fueros ante el
desdén hipócrita de esa especialización racializada de Occidente.
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Se trata de que, por las leyes
mismas de la dialéctica, la tradición liberal deviene inevitablemente neo
conservadora; estableciendo su propia proyección como el nuevo canon político,
con su propio espectro hermenéutico como ideología. Es en ello que le resulte
natural la subordinación de todas las sub estructuras de la sociedad, en tanto
propias de esta; y que sólo las originalmente marginales tengan entonces la
capacidad de complementación, como regalo mejor de lo negro a Occidente, en su
nueva intelectualidad.
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