Friday, December 31, 2021

Georgina y el tigre, durmiendo juntos: Balada de Roberto Zurbano

 

Thursday, December 30, 2021

Alfredo Triff haciendo filosofía

Desde los contemporáneos es un debate —si no un hecho— el si los profesores de filosofía son propiamente filósofos; los contradice la naturaleza de su profesión, que es enseñar el ejercicio, no su ejecución. La materia es compleja, pues no existe el principio que niegue absolutamente su contrario, que es sólo su expresión complementaria; y hasta ahora el profesor Alfredo Triff no ha desconocido el dilema, en su doble profesión de maestro de filosofía y pretendido filósofo en acto; pero no lo había resuelto, por esa doble expresión del dilema mismo, que se vuelca sobre la complementariedad de sus objetos.

El profesor de filosofía es difícilmente filósofo, porque en su profesión no sobrepasa los límites que enseña; el filósofo en cambio, es antes que profesor el acto de transgresión de esos límites, a donde arrastra al profesor, incluso si es él mismo. La ambigüedad de Triff radicaba en esa convencionalidad entusiasta, del profesorado y su mitología venerable; pero todo tiene su apoteosis, porque esta responde al desarrollo inevitable del ejercicio constante —¡oh, fatalidad!—, incluso si en la modestia de la profesión.

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Triff así ha conseguido esa apoteosis que es la filosofía, con el ejercicio pausado del magisterio constante; igual fue así que el mito —su tradición— cobró la capacidad referencial de su propia apoteosis, fundando a la filosofía con su masa crítica. Lo que habría conseguido Triff es culminar la contracción reductiva del racionalismo, cuya mejor expresión es la excelencia funcional del profesorado; impartiendo la racionalidad de la filosofía, pero hasta el punto en que la serpiente camina sobre su cola. Es ahí donde habría conseguido la masa crítica —y su poder referencial— para inaugurarse en el Sturm und Drang de la intuición; no es por tanto que Triff haga poesía —lo que es banal y no hace— sino que usa la función gnoseológica de esta —en su forma— viabilizando la intuición.

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Tampoco es que salga de la nada, pues se trata de masa crítica, y la consistencia —como legitimidad— está en la ascendencia; ya desde hace mucho Triff ensaya acercamientos al quiebre dramático, que recuerda los escarceos con que la escritura automática provocaba la intuición. El elogio sin embargo es inútil, pero su causa no lo es, y por eso esta nueva excelencia de Triff merece una explicación; ya que de lo que se trata es de superar la disfunción analítica de la ética, encerrada en su naturaleza axiomática.

Por eso la ética no tiene valor lógico, y con ello su alcance referencial es siempre debatible; pero eso era hasta esta excelencia nueva de Triff, que sobrepone a la ética a esta deficiencia suya, al canalizarla en la intuición, para aprovecharle esa jugosa masa crítica. Después de todo, como prueba la base en la tradición mitológica de la misma filosofía, la densidad lógica proviene de la ética; y el dilema es por tanto salvar esa masa crítica, en vez de negarla en un conceptualismo vacío porque carece de referentes inmanenciales.

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De ahí lo del Sturm und Drang, pero no como aquella negación alemana, sino como explosión de suprema —y afrancesada— racionalidad; que es en lo que la poesía es creación, en lo que el hombre remeda a Dios, aun cuando bien puede ser a la inversa. Nunca ha sido más fino el pensamiento que cuando es función pura, y se gasta en el acto en que se gesta; porque ahí se desviste de formas, que es el secreto de Proteo, como esta displicencia elegante de Triff haciendo filosofía.

El problema de ser el mejor y más original entre los tuyos, es que no hay quien te haga un prólogo que te merezca; pero todo no se puede tener en esta vida, y ya es bastante esa impudicia impune del hongo que crece del humus y es hermoso. Lo cierto es que Triff ha conseguido forzar el exponente, y establecer con ello un nuevo grado del pensamiento; no por lo que parece —como el discurso—, que es banal como el hecho de si hace o no hace poesía, sino por lo que es —la forma—, canalizando en su eficiencia la intuición.



Sunday, December 26, 2021

La iglesia negra norteamericana en el espectro hermenéutico de Occidente

Hay que tener cuidado al tratar la iglesia negra en el conflicto racial norteamericano, porque no es un objeto único y definido; sino que más bien un cuerpo amorfo, expandido y desarrollado como una naturaleza, en su sentido de cultura. Sería justo por eso que puede reproducir el carácter refundacional del cristianismo en Occidente, aunque con otra función; dirigida a la comprensión definitiva del valor inmano trascendente de lo real —en tanto referente hermenéutico— por sus propias peculiaridades.

Así por ejemplo, contrario a aquella refundación original, la iglesia norteamericana no es un cuerpo organizado; en el que alguna denominación pueda sobreponerse a otras, apelando a una relación especial con la autoridad. Ese fue el caso original del cristianismo en su relación con el emperador, que logara incluso posponer sus contradicciones doctrinales; como la tensión creada por las diferentes exégesis, que de hecho crearon en esta contradicción las convenciones hermenéuticas para su propia referencia.

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Por el contrario, esta condición de la iglesia norteamericana crea una tensión permanente, no resuelta nunca; y por la que el alcance de su reflexión sobrepasa siempre —en este sentido hermenéutico— la capacidad coercitiva de las convenciones políticas; con lo que consigue mantener el carácter atómico de la realidad que determina formalmente, en contradicción con el temprano corporativismo que viciara las convenciones cristianas. Si se observa respecto al principio del éxodo, esta es precisamente la dificultad que tiene que resolver; en tanto necesidad de sobreponerse a esa coerción, por la función centrípeta de dichas convenciones políticas.

Fue el caso de la excepcionalidad griega, que diera lugar a la democracia con el temprano capitalismo fenicio; como fuera el caso de todo desarrollo del monoteísmo, teniendo que sobreponerse a las élites religiosas; que  en su función de vigilancia y coerción de la estructura social en sus convenciones, impiden este desarrollo último. Los ejemplos —independiente de su historicidad—, comienzan con la emigración de Abraham al valle de Canaán; pero incluyen el posterior de José a Egipto, y el apoteósico —del que se toma el nombre— del éxodo judío de Egipto.

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Al margen de estos, estarían los más sutiles del cautiverio judío en Babilonia y su propia organización tradicional; junto a la diáspora del Cristianismo del ámbito de San Pedro en Jerusalem —de la mano de San Pablo—, y la hégira musulmana[1]. Más sutil e ilustrativo aún, por su carácter estrictamente funcional, sería el caso de la tradición filosófica en la Grecia clásica; que a pesar a pesar de carecer de élites religiosas políticamente especializadas, a la larga tampoco puede evitar este convencionalismo; teniendo que realizar esta apoteosis en un éxodo virtual del modo reflexivo, de la tradición mitológica a la filosófica[2].

Esa característica no es entonces privativa de la iglesia negra norteamericana, sino de la expansión del cristianismo; como parte de ese carácter popular que es propio de su cultura, en la conjunción del evangelismo protestante y el individualismo capitalista. Puede notarse la reincidencia del efecto atomizador del capitalismo, que reproduce el Estados Unidos la función anti corporativa del cataclismo minoico; esta vez incluso en la naturaleza peculiar de sus fundaciones religiosas, al margen de las propiamente políticas.

Aún, esta característica es remarcada por la mayor precariedad de la población negra, que es tanto política como económica; en tanto esto acrecienta su inconvencionalidad —como marginalidad—, y con ello su capacidad para sobreponerse a esas coerciones. Sería entonces esta marginalidad —dada en su precariedad— la que le otorgue poder refundacional, en la sobreposición a dichas convenciones; en tanto el proceso es en definitiva de reestructuración del espectro hermenéutico, en su función de referente para la reflexión existencial. De ahí la importancia de la iglesia negra estadounidense, reorganizando del espectro hermenéutico de Occidente; no ya sobre la base —como se dijo[3]— de un mito sino de una experiencia, que cumple la misma función en tanto fundacional.



[1] . En el caso de San Pablo, la diáspora es necesaria para propiciar la apoteosis del carácter mesiánico; al que ya apuntaba el judaísmo sin poderlo concretar, dada la extrema convencionalidad de su propio tradicionalismo.

[2] . Esta derivación sí sería posible gracias a esa excepcionalidad de la estructura política griega, formada desde el atomismo económico con la expansión del comercio fenicio.

Wednesday, December 22, 2021

Elogio grande por mí mismo

Sobre un poema de Georgina Herrera


Yo soy el ofendido, el ultrajado, el vendido

Por sus hermanos celosos y mezquinos;

el que lo ha perdido todo, al que todo

se lo han quitado con esa fiereza cruel

de la debilidad y el miedo ante la grandeza.

Mi madre ha ascendido como el incienso,

pero todos sabemos que la misa es vana;

ella permanece en la misma oración que le eleva

aferrada al fiel, que sabe su amor.

Oh, yo, el que creció entre hombres

maravillosos y negros, brillantes y bellos,

anunciados por fanfarrias de oro

—que desplegaban sus porvenires púrpura

como la sangre de los antepasados—

pero que luego mostraron la espalda hueca

de santos de madera del templo.

¡Ay, nada duele tanto como la traición

de negros que roban a los negros

el tesoro preciado que acariciaban;

pero yo soy también el más fuerte,

el que persiste atravesando ese dolor

del vacío, perenne más aterrado

de tanta luz.


Luz y polifonía en Ángela de Mela

Por María Eugenia Caseiro


Rituales de la luz (
Cultiva-Libros, 2008), de Ángela de Mela, llegó de manos de la autora extendiendo a las mías la luz y la polifonía de sus textos. Ella, al escoger, encontraba extensos los poemas de otro libro del que también hablaré en otra reseña. Rituales de la luz, sin embargo, alcanza el encanto de lo que mi amigo y maestro Luis Mario González denominara “economía de palabras”, no por economizar precisamente, sino por todo lo contrario: proveer vastedad, luz de palabra como sólo es capaz de hacer quien la palabra domina. Es así que en sus caminos, Ángela extrae el sumo a los conceptos y entresijos que entre unos y otros conforman. Es la dote final más que pródiga y se extiende:

Copiar la rosa

el sesgo

la cicatriz

su mutilado cauce

Escucharle en ese articular de versos concisos, desprovistos de retorcimientos, con la palabra en estado de pureza, me hizo pensar en la sabiduría del dominio que viene al parecer de las voces reencarnadas y encuentra su reclinatorio, únicamente, en las almas que han mutado como flor en luz. Así es la irradiación que emana de estos poemas, así es la flor que anida en la palabra de Ángela.

Se abre la voz dadora, como se abre una corola que alumbra, y allí en el silencio que guarda el templo en que se agolpan sus pinturas y el aroma del te verde se desliza por la estancia desde la tetera que atisba nuestra conversación, se desprende la voz de toda vacuidad, de los tintes espurios y las incontinencias verbales, mientras tomamos bombones de menta de una bandeja mágica que nos refleja el rostro en cientos de transcursos y somos milagrosamente capaces de prescindir del tiempo y del espacio para viajar en ese tránsito inconmensurable de la luz, para ascender en ella a las cúpulas de los puntos de encuentro, y esa otra fluorescencia del astro rey que se cuela por el cristal de la ventana, se deja acariciar por la locución de la aeda y llena de amplitudes la estancia, que ahora es atrayente pasaje del universo astral mientras ella desgrana versos inmersa en la elipsis de sus visiones desde el canto IV:

El recuerdo en la penumbra

como el rapto que exige

de cuanto se contiene

en la consternación de los relámpagos

animalillo de las nocturnidades

que deshoja el silencio vesperal de la noche

la faena desecha.

¿Hay acaso algo más sublime que la palabra dotada de luz cuando emana de los cauces opuestos, del choque, encuentro y desencuentro, de una dicotomía? ¡Precioso entramado de palabras el tuyo, Ángela de Mela!: “Apresúrate pie sobre mi paso, / para el camino, y para el salto”, dice el canto XIX, más que eso, es himno que sirve de pilastra al cántaro con versos desgranados, limpios de impurezas, relucientes.

Transcurre la mañana y no hay en el planeta un ruido, un murmullo, una detonación, una sola noticia, que no se desvanezca ante los rituales de luz con los que la encantadora, hace y deshace remolinos de proposiciones y anécdotas. Suaves anécdotas que se deslizan por la corteza del árbol en que se halla, sin “Él”, la mesa convertida; de las esclusas en que se hallan, sin ella misma, sus pinturas convertidas; de las aspas de molino en que se hallan las lámparas convertidas; de la alfombra voladora en que ya se ha convertido toda conversación y todo juicio, ahora sin nosotras mismas; halos de esferas que relucen con dolor y oscuridad: 

El no será cuando yo muera,

es por eso que muero mientras vive.

Sin ti no es posible la sonrisa o e llanto.

Recuerda.

Para hacer esta historia

han contado contigo. 

De esta manera ha sido desatado el sortilegio, ha sido descifrada la estocada del destino que suele vestirse de costumbres. Nada ha quedado sin que el tiempo, que suele descifrar los asteriscos y las cábalas de la existencia, dé lugar a las postergaciones, a la huida, a la barahúnda de los juegos escondidos, de las vicisitudes y del tedio que a veces se agolpa en las cuentas de un rosario. Por eso en Rituales de la luz, canta la voz del viento:

No escoge la semilla

su lugar en la tierra, dicen.

No se queja el árbol,

solo da sombra y crece, dicen.

Callan, todo lo demás.



Monday, December 20, 2021

Requiem

Georgina Herrera fue —todavía es— una de las voces más poderosa de la poesía cubana, y sobresale en los contemporáneos; no es por gusto, ni porque los tiempos estimulen la mediocridad, sino porque tiene su propio peso, aunque incomprendido. Desde la imagen de cimarronaje a la de humildad más o menos convencional, su personalidad se diluye en las pretensiones que la rodearon; y que ella —con más inteligencia de la que le acreditaban— pudo sortear, dándole otro alcance a esa imagen de rebelde y fugitiva.

No es entonces que no fuera rebelde y fugitiva, sino que lo era en un modo sutil, superando la etiqueta folclorista; lo era jugando las cartas que le permitió el tiempo, para mantener y alimentar el amor a contrapelo de todo. Si una prueba hay de que las mujeres poetas no son sílfides, esta no es la dureza intelectual con que algunas se han impuesto; porque el no ser sílfides no implica que renieguen de la femineidad, que la distingue a ella entre las grandes poetas cubanas de todo el siglo XX.

Georgina Herrera fue una mujer que tomó las decisiones de su vida desde muy temprano, y nunca soltó sus riendas; ni siquiera cuando eso significaba las contradicciones más graves, que habrían hecho vacilar a cualquier otro. Así, Georgina fue una madre excepcional, pero no tanto por la ternura como por la fuerza e incluso la violencia; con la que no sólo mantuvo su puesto entre hombres y mujeres, sino que defendió también el amor de sus hijos

Por eso, su muerte sólo puede revolver el alud de contradicciones que siempre la rodeó; pero igual ella reluce entre todas ellas, como una santa que baja del cielo a bendecir a los suyos, que también la reconocen. Eso implica renunciar a lo superfluo, que es también importante pero no tanto como la verdad de ese amor; como igual hubo de hacer ella a todo lo largo de esa vida, en que soportó los elogios —fáciles por falsos— de humildad y sencillez.

Georgina no fue humilde nunca (véalo), ni cuando bajó la cabeza —rumiando la salida— ante el padre incomprensivo, ni cuando reclamó sus hijos como exclusivamente suyos; que fue quizás uno de los gestos más duros y egoístas de la historia de la humanidad, pero explicando cuán complejo es eso del amor. Mucho menos lo fue con algo tan menor —respecto a los hijos— como lo es su poesía, plena de imágenes más inteligentes que tiernas; cuya virtud reside precisamente en la mesura con que esa inteligencia se retrae formalmente, para no dañar ese objeto suyo. 

De modo incomprensible —o todo lo contario— se insiste en este aspecto de su humildad, que ella supo superar; siempre hubo escritores tan importantes y más pobres que ella, y se creció haciendo uso de las herramientas a la mano. Siempre habrá imágenes de aparente enigma que la explicarán en su momento, como ese peligro de dormir con el tigre; no sólo del sueño extrañamente plácido, sino incluso la caricia atrevida y la violencia increíble, como la máxima belleza posible de la vida y el amor.

A Georgina Herrera es conveniente —no obstante— mantenerla en esa imagen de simpleza, que permita su manejo; porque otra cosa requeriría ahondar en los entresijos de lo humano, y hasta tocar bordes prohibidos, que ella misma sorteó. La obscenidad cruel y el exceso no fueron nunca parte de su gesto ni su literatura, y una mueca de disgusto habrá escondido en eso; sólo el tiempo pondrá las cosas en su lugar, y conseguirá reunir a los suyos en esa materia que es la única importante; todo lo demás es superfluo, ella lo demostró y hay que reconocerle el magisterio, porque en definitiva su mejor obra fue ser mujer —y en ello madre—.

Sunday, December 12, 2021

Elogio del Sr. Du Bois, e Introducción a A negro nation within a nation

Una nación negra en medio de la nación, es tema antes que discurso en el distanciamiento de Du Bois de la NAACAP; pero este discurso en específico marca el tono de esta progresión, que muestra la complejidad del planteamiento. En efecto, como principio innegable, Du Bois se reconcilia con el pragmatismo que criticara en Tooker B. Washington; pero en vez de conducirlo a ese replanteamiento, lo que hace es radicalizarlo en su proyección política, en dirección al modelo socialista.

El porqué de esas determinaciones ya se ha tocado en otras partes, lo importante aquí es destacar la sutileza del argumento de Du Bois; que no por gusto evita la reconciliación, con su radicalismo poco pragmático, en una propuesta sutil y todavía difusa en su carácter intuitivo. En efecto, Du Bois no estaría planteando una auto segregación política del negro, sino una preservación de su originalidad; que dada por la depauperación de sus condiciones políticas, en principio contribuyen a descontaminarlo de los excesos del capitalismo.

Es difícil de comprender, en un contexto de racionalismo maniqueo, en que todavía su legado es administrado por esos intereses políticos con los que rompía; pero esa es la dificultad del desarrollo, cuando se trata de un fenómeno tan complejo como el establecimiento de un nuevo espectro hermenéutico. Esa es en definitiva la necesidad a la que responde el nuevo pensamiento negro, todavía valioso en su emergencia; que permitiéndole la inconvencionalidad, le obliga a la creación de sus propios instrumentos referenciales. De ahí la importancia de este discurso en específico, aunque no para la hagiografía sino para la exégesis; que es todavía difícil, porque ha de atravesar las convenciones —en esa inconvencionalidad— en que se enviciara la clase que alentara como el décimo talentoso.

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En este discurso, Du Bois enfrenta abiertamente el problema de la contradictoria relación entre las élites negras y su pueblo; como el paradójico resultado de la política cultural de Du Bois, basado en el talentoso decimo, de crear una élite especializada; un error de dialéctica, típico del reductivismo racional en el Marxismo, que no tiene en cuenta la creación de intereses especiales en cada especialización de clase. Como se ve en el siguiente planteamiento de Du Bois, él reconoce la lógica de esta dinámica, pero la desecha sobre el presupuesto moral de la necesidad; que en tanto formal es aparente, incluso artificial, y no puede sobreponerse al proceso más puramente dialéctico. De ahí que recurra más radicalmente aún al presupuesto socialista, manejado como el imperativo categórico kantiano; sin tener en cuenta la dificultad —propugnada por Douglass— de la libertad individual respecto a la supremacía de un supuesto bien.

Al final, a Du Bois hay que aplicarle el mismo principio de inerrancia que protege a la biblia de sus intérpretes; no sólo porque lo merece —que lo merece—, sino hasta por salvarlo de su propia incapacidad para comprenderse a sí mismo cabalmente. En efecto, no otra es la dificultad del genio sagaz e intuitivo, que trasciende su misma nimiedad en la grandeza de su objetivo; al que se lanza como la mariposa —insecto al fin— al fuego que le da sentido. Así, no importa cuán claro se demuestren errores del Sr. Du Bois, están limitados por la relatividad de su alcance; que nunca podrán sobreponerse a la intuición que cargan, y que es tan difícil —aún— de poner en conceptos claros y distintos, por esa naturaleza intuitiva.


Saturday, December 4, 2021

Orfeo negro e Introducción a la introducción a la Negritud

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 Orfeo negro es el prólogo de Jean Paul Sartre a la antología de la poesía negra y malgache, de Leopold Senghor; en la que consigue organizar el fenómeno de la negritud en sus principios, determinación y proyección. Por eso tiene densidad propia y deviene en un objeto suficiente y hasta determinante de ese fenómeno que es la negritud; especialmente por la ambigüedad con que trata de mediar entre el testamento político y la estética, con una profunda metafísica.

[ ...]

Orfeo negro se reducirá con esto a otro poema, tan negro como los otros de la ontología, no importa Sartre; porque lo que importa es la naturaleza intelectual del objeto que es la negritud, poetizado por todos los que lo tocan. Como curiosidad, resultaría incluso escandalosa la reducción que hace Sartre del martiniqueño Étienne Léro; a quien acusa de mero preciosismo, mientras se explaya en la obra de Cesaire, al que obviamente domina y con el que se identifica políticamente; de modo que evidencia la profunda subjetividad —incluso si impresionante por la belleza y la agudeza lógica— de toda su propuesta ontológico metafísica...

[ ...]

El conflicto sería del valor hermenéutico de la imagen, y reproduciría el de Simbolistas y Parnasianos, con la decadencia del Romanticismo; que habría surgido precisamente como reacción germánica ante los excesos críticos del racionalismo positivo francés. La contradicción se debería al carácter extrapositivo de la imagen como recurso epistemológico, dado sólo por el alcance; en tanto se trata de la base analógica del pensamiento, desarrollado de forma paralela en el arte al discurso común, de carácter supuestamente positivo en su racionalidad...


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