Wednesday, March 29, 2023

David y la Florida en el medio de Occidente

Como no podía ser menos, Italia reaccionó al puritanismo de la Florida (Estados Unidos) con el suyo propio; y ha vindicado a una educadora que perdió el trabajo en ese estado, por exponer a los niños al arte clásico, calificado como pornográfico. A la Florida se la tiene como uno de los estados más conservadores de la unión americana, y suele ser motivo de burlas por eso; la última provocada por ese excesivo puritanismo de una familia, escandalizada por la exposición de sus hijos a una obra de arte que consideró inmoral.

Nadie debe olvidar el problema con los excesos, y la razón de que las cosas existan, sean comprendidas o no; en este caso, la función de las fuerzas conservadoras en una estructura dada, como esta de la política y cultural. Primero, la relatividad de los conceptos, como en este caso típico que enfrenta a conservadores y liberales; pero en el que los liberales cumplen una función conservadora, desplazando al conservadurismo tradicional al anacronismo.

La función conservadora consiste en la vigilancia y aseguramiento del orden, con referencias morales propias; que es curiosamente lo que hace el liberalismo contemporáneo, siempre ante el arcaísmo de estados como el de la Florida. En realidad, el puritanismo floridano es mínimo y burlesco ante las pretensiones de racionalidad y justicia de ese liberalismo; cuyas élites viven exhibiendo esta supremacía moral (moralista) con que desplaza al conservadurismo tradicional. Es lógico que ese conservadurismo tradicional de la Florida cobije extremos arcaicos, que en ello son excesivos; eso no lo invalida en su condicionamiento del orden convencional, supuesto en ese supuesto progresismo.

Como principio del desarrollo dialéctico, la función liberal es impulsar el desarrollo, y la conservadora es condicionarlo; el progreso real ocurre en el tenso equilibrio en que va consiguiendo logros específicos, con la renovación progresiva del orden. Eso ha dado lugar a que la función liberal se apropie del concepto de progresista, que en ello oculta su función final; e igual con la función conservadora, cuyo desplazamiento la obliga a una nueva función liberal, con el cambio de valores históricos de la moral.

Así, al inicio de la era moderna, el objetivo final del desarrollo era el mejoramiento de la sociedad como conjunto; pero el de la postmoderna, como superación de esta, es la preservación del individuo, en sus diversos niveles de singularidad existencial. De ese modo, la cuestión tras el arcaísmo de la Florida es la potestad individual, condicionando su sujeción a la sociedad; y eso en los diversos niveles en que se da esta individualidad, desde la absoluta del votante a la relativa del núcleo familiar.

Esto es lo que escandaliza al liberalismo —en su función conservadora—, del anacronismo moral de la Florida; su defensa a ultranza del individuo como ente potestativo, capaz de condicionar el orden, incluso si compulsiva y no racionalmente. Al final, ese nuevo orden es inevitable en su progresión histórica, porque el desarrollo humano lo exige; incluso si en general resulta en una contracción de la estructura política, como fuera la transición medieval a la Modernidad; pero por lo mismo, esa contracción será lo menos lesiva posible al individuo, gracias a esta compulsión de su individualismo.

Esta reacción es entonces lógica al liberalismo, como la del cristianismo que impuso al Medioevo en sus fanáticos; y como aquellos, estos de ahora son moralmente supremacistas en su iluminación, y sacrifican cualquier bien a su razón. Aquella vez fue una filósofa brillante como Hipatia en Alejandría, y esta vez una madre estúpida y anónima en el estado de la Florida; ambas tienen lo humano en común, que debiera ser suficiente pero no lo es, demostrando la naturaleza de ese orden.

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