Carta de editor (Sobre un proyecto de biografía de la duquesa de Medina Sidonia) Querido...
Comprendo que un personaje como la duquesa de
Medina Sidonia imponga ciertas reservas, dada su propia desmesura y sus
contradicciones innegables; fue de todo menos consistente, y eso es justo lo
que tiene de atractivo, su contradicción constante y total. Veamos, eso es lo
que le hace dramática, y así encaja perfectamente con mis presupuestos
estéticos; en el sentido de que para mí ninguna historia tiene nada de
interesante en tanto historia, pues nunca es ni relativamente original; y la
idea de que las historias son interesantes es propia de la soberbia modernista,
que a todo le impone el bonete de magisterio, como si la gente aprendiera de
algo que no fuera su propia experiencia. El único valor que reconozco en una historia
es el dramatismo, y de ahí la función de las contradicciones para toda
dramaturgia; pues es con ese dramatismo con el que se logra la reflexión profunda
(ontológica) del fenómeno de que se trate, llamándonos la atención sobre sus
determinaciones estructurales. Banalidades como esa del valor magistral de las
historias son las que nos han llevado al contenidismo, en el que todo el mundo
se la pasa moralizando; lo que hace de todos unos grandísimos hipócritas, pues
para moralizar hay que ser superior, y ya sabemos de qué se trata eso.
En un mundo en el que nadie puede tirar la primera
piedra, quién es quién para juzgar o enseñar nada; eso es lo que nos permite un
personaje como este, que con su izquierdismo francamente literario no dudó en “vender”
a sus hijos por la vulgaridad del dinero, y con eso nos asoma a la increíble
oquedad que es lo humano. De hecho, si te encargo una biografía de este tipo y
no la emprendo yo mismo es porque soy malo para el tratamiento de fenómenos
históricos en tanto históricos; voy enseguida a esas determinaciones trascendentes
y metafísicas que lo resuelven como cultura, y así se pierde el chisme, que es
donde está el drama y por ende la substancia. Creo que tú puedes hacerlo, o
mejor aún, que eres el indicado para hacerlo; ya que posees ese entusiasmo ante
cosas suyas que para mí sin banales pero que son los ganchos de los que pende
su vida como una sábana al viento de nuestras curiosidades. No por gusto fuiste
(eres) periodista, una profesión de la que desconfío visceralmente; no hasta el
punto de la estupidez de negarla, sino de la inteligencia para delegarlo en una
muy marxista división del trabajo.
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Cuando te digo que siempre he desconfiado de
una profesión como el periodismo, veras que al menos no comprendo de qué va; de
eso es de lo que se trata, pero por lo mismo me parece que las personas con esa
vocación tienen una capacidad especial para entenderse con el resto de los
humanos, que es justo lo que a mí no se me da… digamos que especialmente bien. En todo caso todas las personas me parecen banales;
incluso la duquesa con todo y su archivo, o hasta por ese archivo mismo; te
repito, lo que me atrae de un personaje es su dramatismo, sus contradicciones.
Es en eso exactamente en lo que veo a la duquesa más interesante que Caín
(Guillermo Cabrera Infante), que para mí es otro cubano más —y ya sabes que no
tengo muy buena opinión de los cubanos... ¿de quién sí?—. En fin, la propuesta se basa en lo esperpéntico y
extremo del personaje; y lo bueno de la experiencia estaría en enfrentar a la
viuda, que es como enfrentarse a la tradición, la Iglesia, etc. Las viudas, esa
especie de gente sin vida propia, que vive de la energía fantasmal de quien les
robó su propia vida; la imagino a la de la de Medina Sidonia como a la Kodama
(Borges) o a la misma Mirian (Caín).
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El mismo caso de Miriam es patético,
porque su personaje es plano, muerta ya en vida de su esposo; en cambio, la Dahlmann
y la duquesa tienen mayor alcance y densidad, porque son más contradictorias y
hasta esperpénticas. ¿No ves cuán esperpéntico es todo, no es maravilloso? ¿Tú,
que escribiste el Códice Thamacún, entiendes lo que te digo?; ¡un
enfrentamiento con la viuda de la duquesa de Medina Sidonia, que representa en
su lesbianismo la ferocidad jurídica y fiscal de la Iglesia! En realidad es como que deseable, y no sólo por el increíble dramatismo de ese enfrentamiento; también nos traería con esa contradicción inusitada un alud de publicidad, y con lo que venderíamos en libros podríamos retirarnos. Sólo piénsalo, por el momento, lo
de la fortuna es secundario; es sólo para no temer a la viuda sino irle arriba,
o en todo caso para inutilizarlo como argumento en contra. Ahora, sin el terror
de la viuda, reconoce que el proyecto es riquísimo; nos ofrece la perspectiva
de un rescate biográfico que retorne las miradas sobre lo importante de las
vidas, justo a través de sus nimiedades, como el ojo de la cerradura por la que
Alicia vio el más deseable jardín.
1 Comentário:
Dicho todo. Callar sólo puedo. escribir...
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