Wednesday, November 26, 2014

Otra vez la reflexión estética!

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Lo que diferencie al talento de la simple destreza ha de ser seguramente la suficiencia que le otorgaría un objeto propio;  ya que sería eso lo que lo resuelva en genio, propio del sujeto así completo por la relación con ese objeto propio, en tanto, propiedad el mismo talento esta suficiencia no puede referirse nunca a él mismo sino al sujeto que lo trascienda. Tan espesa metafísica explicaría el decadentismo por el que la Modernidad deriva la capacidad reflexiva del arte (estética); deviniendo así el objeto en un discurso que suplanta este valor reflexivo, con el falso sentido de trascendencia con que el sujeto del arte escinde su banalidad e inconsistencia en una sublimación ética que le supla sus carencias estéticas. Eso como principio no sería grave, salvo porque pervierte todas las relaciones en que se estructura la cultura; al permitir y hasta propiciar el establecimiento de una falsa élite, cuya deficiencia consistiría en esta suplantación del valor reflexivo por la manipulación de la sublimación ética.
De ahí la importancia de esta diferenciación entre el talento y la destreza, aunque parezca banal; ya que traduciéndose en la calidad del genio por su suficiencia, proveerá siempre una reflexión original y de valor de suyo estético; que será a su vez lo que la haga eficiente, en tanto es ese sentido estético el que garantizará su objetividad, al determinarse en función de su objeto. En ese sentido, al genio se le podrá reconocer por esta suficiencia del sujeto del que es propio; y que no necesitará ni negar al prójimo ni manipularlo en ningún sentido, al menos en principio y relativamente. No obstante, no es la banalidad discursiva de la ética la que causa la mención del genio sino su contradicción por la cultura como su entorno propio; de hecho, si puede hablarse tan recurrentemente de una decadencia del arte luego del apogeo moderno, es justamente por esta contradicción; a la que se debería esa perversión de las facultades reflexivas del arte, subordinado ya a la pretensión discursiva de la ética.
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El conflicto se habría originado con ese esplendor crítico con que los modernos se desentendieron de su metafísica, en el racionalismo; contra el que protestaron los alemanes sin éxito, como los pietistas numantinos; en una propuesta que no por gusto apelo a lo irracional hasta en el nombre, aludiendo a la inefable y extrapositiva facultad de la intuición. No será gratuito que el conflicto reproduzca al de los fisiologistas, sólo que en un sentido negativo; porque aquellos en definitiva se dirigían a la derivación de un objeto propio, en la filosofía, no a la perversión del objeto literario. De ahí que con el apogeo magisterial de la Modernidad y su espíritu enciclopédico, el arte quede disociado de esa inefabilidad del genio; reduciéndose así a la mera destreza, por más que intelectual y no ya artesanal, pero sí de carácter netamente político, con la seducción del estilo de vida.

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