Torres Zayas, poste de Legba y espalda de Lachatañeré
En Cuba esta corrección es sísmica, porque promueve la comprensión del negro por sí mismo, no en su patrocinio; a lo que Torres Zayas une una formación mayormente autodidacta, que lo aleja de las convenciones académicas. Con todo, esta promoción no es simbólica sino efectiva, pues Torres se ha desarrollado en el trabajo constante; de modo que no se trata de justicia poética, sino de una adecuación que corrige los defectos estructurales de la antropología cubana.
En ese sentido, Zayas ha de hilar muy fino, por el
espesor de lo político en la actualidad de la cultura cubana; no importa si
perece en esa ambigüedad de los sacrificios, pues ya su destino de Firmin se
cumple en su nombramiento. También ha de lidiar con el tráfico negrero de la
academia, a la que está expuesto en la precariedad presupuestaria del país;
pero cuenta con la dignidad de su experiencia, y seguro también con la unción
de todos los tambores de Cuba al África.
La alegoría no es gratuita, porque Zayas está gestando
con manos de partera la dimensión del mestizaje cubano; lo que ya era
importante pero no suficiente, porque le faltaba la dimensión histórica, que
trasciende al independentismo. También deberá comprender —o hacer que se
comprenda— la función del conservadurismo negro, como su mejor aliado; porque este
conservadurismo no es ideológico sino funcional, en esa precariedad que lo
preservó a él en su marginalidad.
Así, el mejor instrumento que tiene el doctor Zayas, es
esa inteligencia del pragmatismo popular como cultura; que le ha permitido atravesar
la teluridad de las pugnas institucionales, en una entidad necesitada además de
recursos. Es aquí sin dudas donde se probará la inteligencia de Zayas, no ya en
su agudeza para la singularidad etno-antropológica; sino en la otra, que asegure
su propia continuidad, a la vez que impone el carácter y peso a la antropología
cubana.